There is no place like home, when you've got no place to go.

16/8/13

*escrito mío del año pasado*

Después de un tiempo te olvidas de cómo se siente que te quieran de una manera distinta. Y bueno, te acostumbras. Dejas de pensar en alguien especial, dejas de maquinearte la cabeza y torturarte con pensamientos, dejas de sentir ese peso en el estómago y ese nudo en la garganta, de cierta forma "te liberas". Pero, ¿hasta qué punto esa libertad es disfrutada? 
No solo dejamos las cosas malas, también dejamos una parte de nosotros, una herida que va a marcarnos. Un vacío.
Y entonces, la necesidad de llenar ese espacio empieza a crecer. Y por dentro te rompes. Por dentro desgarras todo lo que tocas, destruís cada pared que alguna vez formaste. Y te sobra dolor, y te faltan fuerzas. Te sobra necesidad, te falta motivación, fuerza de voluntad. Amor.
Y lloras. Cuando tu cuerpo y tu mente ya no son suficientes para contener ese dolor sofocante, y tenes una necesidad constante, una necesidad fuerte, que no frena ni un segundo, de sacar todo afuera, de soltarlo, de gritar. Y ahí lloras. Y es increíble, realmente increíble como cada lágrima fluye acompañada de una parte de vos. Despejandote. 
Y el reloj sigue.
Y la vida sigue.
Y vos no. Vos no seguís.
Estancado en tus propios sentimientos, enredado en tu soledad, cansado de pararte para volver a caer, cansado de mirar al frente para no poder ver.
Y el reloj sigue.
Y la vida sigue.
Y vos, vos empezas a seguir.

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