Luego de tantas días de batalla, la guerrera comenzó a ceder. Sudaba, su rostro ennegrecido por la ceniza, la brisa no alcanzaba para fortalecerla. Minuto a minuto, las fuerzas se agotaban, el dolor y el cansancio se propagaban por cada parte de su cuerpo, su propio peso la hacía caer sobre sus pies. El incesable ardor de sus músculos ya no se justificaban, poco a poco su mente fue dejando de alumbrar un camino, y el impulso de rendirse se intensificó. La espada a punto de caer, el escudo a punto de despegarse del palpitante corazón, y las lágrimas a punto de rebalsar.
Fue entonces cuando una luz nació en su interior, un recuerdo de el por qué luchaba. Renacida de esperanzas, aferró con fuerte su espada y luego de un poderoso grito, comenzó la guerra de nuevo. Peleaba con todas sus fuerzas, desgastaba y reponía energía constantemente. De repente, un calor ardiente comenzó a extenderse por el centro de su pecho. Cuando la guerrera miró, vio la sangre teñir de negro su armadura rota, vio al soldado de en frente arrancar la espada con fuerza del cuerpo de la guerrera, cayó sobre sus rodillas, se oprimió el pecho con fuerza, y deseó acabar con todo ese sufrimiento. Acercó su rostro al piso, justo a tiempo para ver los pies del soldado detenerse frente a ella. Sintió como el soldado levantaba su espada, sintió el miedo, sintió el dolor, sintió la angustia, y pensó: "No quiero morir". La guerrera, con un último aliento, levantó la mirada hacia los ojos del soldado, y en ese segundo, todas sus fuerzas internas fueron suficientes para que el soldado suelte su arma. La espada rebotó en el suelo, el sonido retumbó dentro del corazón de la guerrera. Ésta se puso de pie, y le ofreció una mano al soldado.
-No hay más guerra, no por ahora. Por favor. -dijo.
Hoy en día, la guerrera sigue con vida. De vez en cuando el pecho le sangra. De vez en cuando tiene que recordarse las razones de sus acciones. De vez en cuando dice que se despierta cuando la espada está a punto de asesinarla. De vez en cuando, sostiene que parece que el soldado nunca le perdonó la vida. Es una guerrera fuerte, pero pide que no la toquen. Pide que no toquen su herida, dice que de vez en cuando, si rozan su cicatriz aún se siente un poco la sangre.
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